25 de marzo de 2017

Hemerotecas

Como ella misma explica, esa descripción cronológica y sencilla responde al deseo de no dejar al lenguaje ninguna zona de oscuridad y por el contrario reservar por completo el misterio a la historia que cuenta, cuyo motor principal es sólo uno: ¿Cómo fue posible? ¿En aras de qué valores? ¿Con qué lógica enferma? O sea, cómo fue posible que un par de generaciones soviéticas que, a la altura de los tardíos años treinta, aún conservaba cierto entusiasmo revolucionario (cierta ingenuidad, se podría decir también) fuese sacrificada en masa, mediante asesinatos y deportaciones al hielo de Kolyma, territorio maldito del que casi nadie volvía, en aras de los retorcidos cálculos, aún hoy incomprensibles, de uno de los dos o tres mayores criminales del Siglo XX. Y la competencia fue dura, como saben hasta los niños de pecho. (P. Sorela, sobre El vértigo de E. Ginzburg, en Letras libres, 2005; subrayados míos.)
O sea, y con perdón del juego verbal, conviene manejar una crítica de la razón pura criminal.. 

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