21 de diciembre de 2016

Las biotecnologías consiguen realizar los sueños metafísico-religiosos: la permanencia, la inmortalidad. La pregunta kantiana por el hombre se contesta, ni tres siglos después, señalando que el hombre es aquel ser que se ha convertido en Dios, al volverse capaz de recrear el mundo y recrearse. Que nuestra moral no valore positivamente esa posibilidad de la ingeniería genética no dice otra cosa que la limitación de nuestra moral, correspondiente a la aceptación de nuestra fragilidad y mortalidad. Pero un superhombre requiere otros valores. Una respuesta superantropológica a la inquietud kantiana por el ser del hombre: fin de la filosofía en esta posthistoria que consiste en la historia por fin realizada de la libertad y la razón. No ocurrió en 1989, pero está a la vuelta.

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