9 de marzo de 2016

Domesticidades, platonismos

Cansado de vivir de alquiler, el filósofo había manifestado su interés en comprarse una casa propia en la que enfrentarse a las incomodidades de la vejez. (J. K. Villacañas acerca de Kant en 1784; en Dificultades con la Ilustración)
La casa de Kant da al patio de una prisión (i. e., una caverna). Allí los presos entonan plegarias a Dios. Entonces nos viene la imagen blasfema del pensador en Luisiana mientras la cuerda de presos canta un blues lastimero.

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