2 de abril de 2015

Socratismos de azucarillos (la filosofía podrá desaparecer de las academias, pero no de las cafeterías)

La ignorancia reconocida por uno mismo impone la obligación de no querer despejarla, de guardar silencio para no desvelar una estupidez y disipar dudas. Quien no sabe debe callar, a no ser que piense que va a mejorar su silencio, después de pronunciar su única conquista: que nada sabe.

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