13 de abril de 2015

Dióse de bruces y echó cabras

Aquel hombre... Quiá. Qué digo hombre! Adolescente o chiquillo, más bien. Aquel muchacho decidió entrar en vericuetos filosóficos de la mano de aquellos manuales "introductorios" de don Victor Gómez Pin. Dióse de bruces, abrazando la comprensión de que existen hombres y mujeres de intelecto superior, y que ese logos común del que perora Heráclito según descubrieron Diels y Kranz tiene de paradójico que pertenece a las élites socrático-platónicos, y que por paradójicas resultas también la idiocia es lo común y el camino trillado. Dióse de bruces, echóse al monte sin bandolerías.  Dedicado al pastoreo minorista, condenado al monólogo por elección, se siente feliz la mayor parte de las veces. Sobre todo cuando el perro las mantiene en orden, a ellas, la plebe terciaria de las cabras. Aunque no puede evitar el asomo transeúnte de una desazón, cuando da en preguntarse, en noches de estrellas irradiantes, de qué manera el agua origen y elemento del todo puede haber llegado hasta los astros, contraviniendo esa su inclinación natural de cuerpo grave aunque fluido, que sólo ansia estar pegado a su hermana la tierra. Conformando el barro del que salimos nosotros, los interrogadores..

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