8 de marzo de 2014

Tierra roja

Un paseo, sin poder evitar la nostalgia, porque si no se encuentra más que una justificación estética del existir, dicen que dice Nietzsche también es acertado sostener que esa belleza consiste en melancolía. No conocí muchas riquezas en ese lugar. Tampoco ahora, no te vayas a creer, fundamentando tus juicios en la sofisticación de lo que te representa una pantalla (no vayas a confundir al escribidor con el times new roman). Pero allí, en esos años y lugar, conocí la televisión, la letra impresa y un amor rudimentario que por simple es más verdadero y de más alcance. Lo que se comprende si nos atenemos a las instrucciones del método y al orden de la razón que estableció un autor francés. Incluso en una ocasión, a pesar de no saber yo inglés y de que los ingleses reales y rubicundos no había asomado todavía, me encontré enterrada una moneda de un penique de cobre de la reina Victoria. Me parece que antes había encontrado en otro sitio una de Fernando VII, aquel gran hombre, también de escaso valor. He perdido las monedas lo mismo que he gastado los años.

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