21 de marzo de 2014

Rarezas thomasmannianas

¡Domar a la divina garza, qué historia! La escribí entre Madeira, Lanzarote y Marienbad, en clínicas maravillosas donde convalecía de una complicada operación vesicular. Vida de spa, fastidiosa, crepuscular, golosa como la del cine de Von Stroheim. Fue un periodo consagrado a Gogol. Leí y releí casi la totalidad de su obra, y varios libros excelentes sobre su literatura y su estrambótica existencia. Leí entonces el libro de Bajtin sobre Rabelais, pero más que todo sobre la cultura popular a finales de la Edad Media e inicios del Renacimiento. Esa lectura, que era un canto a la libertad, y la de Gogol, fueron integrándose a mi tema (S. Pitol, en una entrevista de P. M. Domene en un precioso volumen dedicado al autor mexicano, editado en Almería a principios de este siglo: El sueño de lo real, ed. Batarro)

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