21 de diciembre de 2013

Contra el pensamiento positivo

Ehrenreich, una reseña de su libro Sonríe o muere...

Y esta entrevista que aparece en La Vanguardia.


Un video de la autora, subtitulado, comentando su propio libro: http://youtu.be/CVMBljP80-4


En fin, que hay mucho en internet, y supongo que algunas cosas ya las habré mirado, sobre todo las reseñas de los periódicos...


Habrá que mirarse también este texto de Manuel Cruz ("Cuando todo es campo de batalla"), catedrático de Filosofía, en El Pais. 

Mirado: por ejemplo, vale detenerse en el siguiente párrafo, no exento de platonismo, a causa del isomorfismo entre lo individual y lo colectivo (estado o empresa):
A través de tópicos tan difundidos por la autoayuda —y otros discursos análogos— como el de que debemos gestionar nuestras vidas del mismo modo que si fuéramos empresarios de las mismas —insistencia basada en el convencimiento antropológico de que, a fin de cuentas, toda persona es una empresa en miniatura— quedamos convertidos también en responsables de nuestros males, que pasan a ser automáticamente equiparados a una mala gestión de la propia empresa. Se sigue de semejantes premisas, por señalar una de sus consecuencias lógicas más destacadas, que si no somos capaces de “convertir la crisis en una oportunidad”, por mencionar uno de los tópicos más socorridos, pasamos a ser culpables de cuanto nos pasa, como acertadamente ha señalado Barbara Ehrenreich en su libro Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo.
A tenor del párrafo que viene a continuación, cabe pensar que la escisión entre physis y nomos se fue suturando de diversos modos hasta llegar al presente, a la indistinción entre mundo y sujeto. Pero con el signo cambiado: nada de pleroma, sino aplastamiento de la persona individual. En ese desarrollo histórico-conceptual Calvino y Kant representan la traducción espiritual, religiosa o ética, de la esfera política diseñada por el platonismo.
En ese sentido, cabría afirmar que lo característico del presente momento histórico sería que, más allá de lo planteado por el calvinismo (o, en su versión filosófica, por el kantismo), que instaba a la interiorización de la ley moral, ahora lo que el individuo estaría interiorizando sería el entero orden del mundo (esto es, el campo de batalla en su totalidad, ampliado en la forma que acabamos de señalar), sintiéndose responsable también de su ineficiencia en cualquier ámbito a través de la falacia del empresario de sí mismo.

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