18 de mayo de 2013

La moral de un conductor de autobuses, los privilegios de la función pública, la vergüenza digna de un hombre

 “Antes me quedo sin comer que sin gasolina para hacer ese viaje”, explica. 

En efecto, los hijos de la perra aprietan el cuello, mientras los tontos apuntan con su dedo a la luna. Nos volvemos astrónomos cuando nos humillan. Así me lo cuentan---

1 comentario:

Jesús de la Palma dijo...

Con semejante alegoría se refería a la situación actual el aguerrido profesor y tertuliano Gay de Liebana, no hace mucho, en un programa de televisión: "El silencio de los corderos".