6 de febrero de 2013

De oposiciones a cátedra, c. 1946

-Sí, lo que al Kempis... pero al revés. -Nueva pausa-. Así como en el Kempis, al abrirlo al azar, se halla siempre una verdad preclara y trascendental, en el libro del señor Vallejo Nájera, al hacer otro tanto, encontramos siempre un disparate, un error inconcebible, una ignorancia total de la materia que trata. (Carlos Castilla del Pino refiere las palabras de Marco Merenciano, Pretérito imperfecto, pp. 421-422. Pero acerca de la catadura de Marco Merenciano conviene informarse.)
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Pero en este texto de Ricard Vinyes sí que estoy encontrando información. 

Verbigracias: 
En 1918, en el último tramo de la guerra mundial, el Estado Mayor le destinó a la Comisión Militar de la embajada española en Berlín. Visitó manicomios y hospitales, y según todas las fuentes disponibles, se relacionó con numerosos psiquiatras y psicólogos alemanes, los más conocidos Schwalbe y Gruhle (del cual fue el traductor al castellano), pero por encima de todo quedó fascinado por la obra de Ernst Kretschmer, realmente presente en toda su posterior producción.

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“Su total ignorancia de lo que profesa enseñar merece pena de muerte. Dudo que sepa usted que a San Casiano de Imola le mataron sus propios alumnos atravesándole con sus estilos. Su muerte, un martirio perfectamente honorable, le convirtió en santo patrón de los profesores. 
Encomiéndese a él, tonto extraviado, pseudopedante que se dedica a decir: “¿alguien para el tenis?” y a jugar a golf y a trasegar bebidas alcohólicas, pues necesita usted realmente un santo patrón. Aunque sus días están contados, no morirá usted como un mártir (pues no defiende usted ninguna causa santa), sino como el perfecto imbécil que en realidad es.” (Ignatius J. Reilly)

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