23 de diciembre de 2012

Belleza en grado suficiente

La pulcritud es la armonía al alcance de los pobres. Una modesta limpieza del cuerpo y de las habitaciones, un orden sencillo de los pocos elementos, que intentan trasladar al alma si consideran que el alma existe. La exageración grandilocuente, el monumentalismo en las apariencias y en las estancias, podrán generar, en cualquier caso, un esprit barroco que constituye, a nuestro juicio, el complemento del ascetismo mentado. Una única sustancia hidalga que se va a los extremos del defecto y el exceso. (Aquí hemos renunciado a la mesocracia aristotélica.) Quien admira el lujo, puede despreciarlo. Quien lo crea y lo vive necesita de la valoración efectuada por los mejores críticos, aquellos que condenan la exhibición de riqueza (en los bolsillos o en los templos) como el peor de los crímenes. Pero quien lo denuncia, lo necesita a su vez a fin de darle contenido al vacío y la falta de fe. ¿Te habías pensado por un quizás que la dialéctica del amo y el esclavo no es el fantasma que vive en los museos, y recorre de arriba abajo y de abajo arriba las calles nobles de las villas principales?

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