27 de agosto de 2012

La fascinación de la fe, o por la fe

El señor E. G. P., del partido en el gobierno, justifica las medidas del ejecutivo: para evitar caer en los errores griegos del último año, y para conseguir una situación que se parezca a la que obtuvo Alemania cuando afrontó sus propios retos hace una década. Buen intento! Quizás los males griegos se hayan agravado, con ser considerables de partida, a causa de esas mismas recetas cuya bondad se predica ahora para España. Por su parte, la mención al caso alemán olvida, hasta construir una burla, que no hay mayor diferencia entre las situaciones económicas de base que la existente entre un país hiperindustrializado como Alemania, y un país que, si no me equivoco, no significa industrialmente nada, como España, que encima depende de un sector altamente sensible como es el turismo. Sobre todo, G. P. se deja en el tintero los dos (ahora dudo: ¿solamente dos?) grandes males de este país arrasado en el que se malvive mucho: una inmoralidad secular, visible en la convicción más que mostrada de que predicar con el ejemplo es de tontos, y una tasa de paro capaz de ahogar cualquier economía que se precie. Esto es, no puede pretenderse ser un país desarrollado, primermundista, y tener un desempleo cercano al 30 %. Yo no sé cuál sería la lógica de todo este asunto... Quizás consiste en la presencia de unas premisas endemoniadas, de tal modo que se puede concluir cualquier cosa a partir de ellas... sin que se vea la luz... porque los datos socioeconómicos siguen ahí. ECQ. me temo que en este caso la fe no basta, o se transmuta en indeseable sarcasmo.

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