24 de mayo de 2012

Éste es el nombre

Libet y la responsabilidad. Si en los años 80 del último siglo se dio final a un concepto de la libertad como noúmeno, esa presencia que no deja huellas pero que actúa...

Si una experiencia o experimento puede desmentir o refutar lo que está más allá de lo empírico, siendo a la vez su conción de posibilidad.

Si en los laboratorios se trazan los límites de la ontología o de la ética...

Si el precondicionamiento cerebral de cualquier idea, también la de libertad, no instaura biológicamente el concepto de una libre voluntad y las consecuencias con las que hay que apechugar...

Si lo anterior es un error del cerebro, obligando a pensar en lo impensable o inexperimentable: ser causa consciente de los actos...

O si no se trata de un error sino de una contradicción intrínseca del cerebro: la idea de libertad viene determinada cerebralmente, pero entonces queda la opción de decirle que sí o que no.

Si un pensamiento, presuntamente acaecido a raíz de oscuras secreciones cerebrales, puede generar efectos en ese mismo cerebro que lo engendra. Si de una idea puede proceder un dolor, quiero poner como ejemplo.

Si no hay más que cerebro y éste ha venido al mundo a experimentar, a autoinfligirse un castigo.

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