29 de marzo de 2012

No voy a negar mi estupefacción

Me encuentro cansado, con la cabeza turbia, dándole vueltas a mis asuntos. ¿Merece la pena?

Un blog no es un diario. En un diario me atrevería a ser sincero. Aunque no sé si ser sincero es lo mismo que decir la verdad (reconocerla como verdad y no equivocarse).

Día horrible, climatológicamente hablando. Peor que estoy de ánimo ahora no sé si voy a estar en el resto del día. ¿Por la falta de sueño?

¿De verdad que un déficit momentáneo en los niveles de serotonina puede teñir de tan negro y gélido y desolado el paisaje circundante? ¿No corresponderán, más bien, nuestros temores y preocupaciones a la realidad de los hechos?

Si uno se dedica a mirar los nombres de los sucesivos ocupantes de las sillas de la Academia Mexicana de la Lengua, seguramente es que se encuentra bastante mal. Leo con fruición los eufónicos nombres. Añadiria que con denuedo (aunque yo no sé si eso sería demasiado atrevido, señora). Pero yo sólo iba buscando información en la red acerca de Salvador Elizondo... Ocupante de una de los sillones académicos, por supuesto, y autor de dos autobiografías a lo largo de su vida (comprobar! [Comprobado: no son dos, sino la misma Autobiografía precoz, de 1966, reeditada en el año 2000; 1 de abril]), amén de diarista...

Si no nos salvamos por lo absurdo, no nos salvamos de ninguna manera. Sí: la fe, el escándalo...

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