31 de marzo de 2012

Diario Vs. autoficción

Confrontados con el texto del Diario, no podemos evitar la impresión de que las últimas entradas poseen una mayor validez que las del principio. El diarista joven puede mostrarse más sentencioso, como si aspirara a inscribir sus entradas en piedra. Quiere eternidad, no sabe que no la hay. El diarista maduro no se engaña; por eso lo que escribe parece vivo, perteneciente al único mundo, éste. El lector acaba proyectando en el texto ajeno la misma voluntad de sentido que le sirve de trascendental al texto autobiográfico, referencial o de ficción. Y el sentido nos visita al atardecer, aunque sea al modo de la revelación de una carencia radical de sentido.

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