6 de febrero de 2012

Opciones vitales

Yo que soy un liberal
Preferí siempre al marxista
A J. C. y no a J. L. B.
Encontré –siempre-
Una escritura frígida en el bibliotecario,
Una proclama de piedad en el maestro.
Mientras que el primero me solicitaba una hermenéutica*,
Sin saber yo o sabiéndolo muy bien
Que nunca iba a estar a la altura,
El otro, el irregular argentino,
A rotos me hacía saltar el corazón,
Comprendiendo en su vida
Una vida de improbable hermano,
La posibilidad de recordar una emoción,
No una exégesis.

No sé por qué confieso esto hoy. Quizás es que quiera hacerme que soy el viejo, el derrotado, fingiendo que lo finjo para no confesarme que lo soy, que las horas me hacen cada vez más daño y voy teniendo menos palabras que gastar.

*No siempre las tengo a mano, aparte que soy tan pobre, de clase media y gris cada vez más descolorida, que solamente las puedo adquirir de marca blanca.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando era pequeña oí una frase a Willian Holden en una película que ahora no recuerdo, pero venia a decir algo así: de pronto te encuentras más cerca del final que del principio y la muerte de repente se convierte en algo que percibes de forma definida. En aquel momento no entendí muy bien a que se refería, pero ahora que ha pasado el ecuador de mi vida, todo se hace claro. Yo, he hecho mi eiségesis. Precisamente por eso, las horas deben de ser más bellas, más vitales y las palabras no se gastan; cambian e incluso se componen hermosas.

Anónimo dijo...

La película era Networt.