13 de enero de 2012

Arte y olvido

El aeropuerto sin aviones de Castellón tendrá pronto su particular guardián: un coloso de metal de más de 20 toneladas inspirado en la figura del presidente provincial del PP, Carlos Fabra, de cuya cabeza saldrá un avión. El artista valenciano Juan Ripollés está acabando de instalar la escultura de 24 metros de altura y 300.000 euros de coste que flanqueará la entrada al recinto aeroportuario.


Este acontecimiento histórico-mundial solamente admite analogía con aqueste otro, mítico:




De tal modo, y tanta es la impresión, que no se sabe si es la escultura cerebro-aviónica del preboste la que suscita el recuerdo de la belleza, o sucede justo al contrario: que el mito contiene, delicias del futurismo, la promesa de hombres inmortalizados a causa de su inmarcesible heroicidad al darles a los hombres sedientos de sentido el agua de la técnica.


Que todo va a lo mismo no lo digo o malicio yo, sino las certeras palabras del político escultorizado:


Una inspiración de la que se vanaglorió el propio Carlos Fabra: "Él [Ripollés] se ha inspirado en mí, y yo creo que no inmerecidamente, que he tenido mucho que ver con el aeropuerto, si se me permite la inmodestia". "Me parece maravilloso, si además inspirara a las musas ya sería perfecto", añadió Fabra.


Lo de menos es que el único avión previsible, como dice el articulista en otro periódico, Ideal, sea el de piedra saliendo de la testa. Quedará para aviso de los mortales, y no nos ha de sorprender un aeropuerto sin aviones a los que hemos crecido con una ontología en que realmente el rey de Francia es calvo. Nunca se juntaron tantos recuerdos como en esta revisitación de Prometeo que pasó en Castellón a principios del eón de la decadencia.


Y qué hermosas y radiantes iban las metáforas, parecía en verdad que iban a casarse: el político piensa, y ese pensamiento se convierte, por lo menos en la representación sublime del artista, en un artefacto sólido (y aun rocoso, si no se entiende como irreverencia), en materia visible en el mundo. Más o menos como ese lenguaje del que se habla en Gulliver, tratado de Sociología de la época, que estaba hecho de las cosas significadas y de su transporte. En verdad no sería de extrañar que el avión de piedra volara o volase. Alabado sea el Señor.

***


Living art:

El ruido de un teléfono móvil obligó a interrumpir por primera vez en la historia un concierto de la Filarmónica de Nueva York, que no se reanudó hasta que el dueño apagó el terminal, confirmó hoy a Efe una fuente de la orquesta.

La prensa, espejo de dóxas, dice, en su anónimo e insulso hablar, que el feliz propietario del móvil no se dio por aludido. Arte, seguro. Puro Duchamp o pariente.

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