25 de diciembre de 2011

Lírica

Quien está en el fondo recibe la tentación: hablar para salir, declarar el mundo desde las ruinas del mundo. Ahora no soy capaz, no estoy abajo. Solamente tengo algo de frío. Desde donde estoy veo la luz de arriba. Podría asomarme, observar y relatar los hechos, enviar al periódico una crónica.

Hace diez años. En realidad no sé si hace diez años pero no importa. Qué poco se conoce a la gente! El mismo hombre que visitaba regularmente a su hermano, el único que ya lo hacía porque los demás habían ido muriendo, se plantó en la linde del terreno para que la máquina lo aplanara. No, no puede hacer diez años. ¿Seis? ¿Siete? Ocho a lo más... Pero entonces mi padre había muerto hacía un buen puñado de años. Entonces este hombre lloraba sin lograr hacerlo en silencio. Mundo perro! Mi padre era un buen hombre y yo no soy más que un pobre diablo con la presunción de no sé qué. ¿Qué puedo hacer yo? Quizás si saco de mí toda esta rabia, si me sirve para combatir el frío, y si ya entrando en calor me pongo delante de la máquina de escribir...

Tengo cuarenta y cinco años, y te estoy echando de menos esta tarde de una manera horrible. Es dulce que no te dejen tiempo para pensar.

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