24 de noviembre de 2011

A salvo, de entrada

Me cuentan (los pobres no tienen un yate amarrado en el puerto sino una mesa en la cocina y un receptor de tv que les habla) de la pulsión autodestructiva de algunos de los grandes creadores (poetas, novelistas). Afortunadamente pertenecemos al colectivo de los hombres oscuros... Lo único poético o poetizante en nosotros consiste en la afectación a causa de la lluvia, en una laxa melancolía que se agota en cuanto dormimos. No damos para tragedia; contemplamos, sin recurso narrativo, esta realidad que tanto se parece a una regresión en el tiempo o a una recreación de nuestra querida melancolía, de la que sabemos burlarnos cuando la vemos reflejada en La escopeta nacional o en El pisito.

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