28 de noviembre de 2011

Reincidente

Este lenguaje espeso, el espesor transfigurado (qué bien!) en lenguaje, eso que me creo magia cuando estoy enredado en el suelo como un odradek de aldea y súbitamente me levanto desde la nada o desde un agujero que está aún más abajo, eso debe ser la manera actual en que el conflicto irresuelto (desintegración, culpa, mal moral) se abre al mundo y pide sus derechos a la verdad, i. e., a la libertad.

Se encuentra un placer nada despreciable en tales momentos de convalecencia del día. No entiendo los elementos del lenguaje, pero a veces me sonríe. Y la memoria que me olvida me trae imágenes sin que yo quiera, como a un niño al que todavía no se da por perdido: tengo miedo a las máquinas, sí, y sin embargo no puedo evitar el contento cuando me imagino al hombre del subsuelo, envidiando el Porsche del rico (un pobre diablo como él, aunque no lo sabe) y las calles suburbanas (que no sé si me invento ahora), solitarias. ¿Hace frío en la película? En Fargo sí. Aquí también.

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