4 de septiembre de 2011

Sintaxis, II

Están ellos, para mí, que no los he olvidado, pendientes de que ande tan perdido y en la oscuridad, ausente de quien amo sin necesidad de razones ulteriores, puesto que he visto sus ojos abrirse al mundo y no encuentro un acontecimiento comparable sino vuestra muerte, en un día que ya he olvidado. No a vosotros (ya digo que solamente he olvidado el día que os fuisteis), compañeros del hombre maduro las veces que cae y equivoca sus pasos, después de haber orientado durante años, no muchos, al niño y al joven, que como corresponde a su destino estaba aprendiendo el arte de la complicación. No me hace falta ni vuestra cara. De vez en cuando se abre una puerta en la memoria y un vientecillo que entra y que está hecho casi de silencio (no mudo, como tú, que tanto hablabas en tu modo alternativo: con las manos y la risa de los buenos) y que me recuerda quién soy. Entonces yo salgo de la casa, miro las palmeras de enfrente, cómo se mueven las hojas y brilla el sol y se agradece un mundo que también contó con vuestra presencia, y la de los jóvenes, y la tuya, dear friend, si estás ahí...

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