9 de septiembre de 2011

Inautenticidad

Pronuncia el académico dos palabras: "propósito" e intención", si no recuerdo mal.

Recuerdo de aquellos días que iba por la calle con la determinación instintiva de fijarme en todo tal y como lo vieran mis ojos, sin veladuras de interpretación o de opinión; ir mirando, escuchar, percibir los olores, aislar las sensaciones, contar lo que veía como si fuera una cámara, como cuando Christopher Isherwood dice eso al principio de Adiós a Berlín, "Soy una cámara".


Elvira y yo habíamos llegado con tres de nuestros hijos a Nueva York diez días antes, con el propósito de que ella descansara del agosto laborioso que había tenido en España escribiendo una crónica diaria. Yo empezaría a dar unas clases en la City University a principios de octubre.

Caviar, al fin, que estropea un fondo que presumo básicamente honrado.

Pero, ¿quién soy yo para hablar de autenticidad? Somos productos de una cultura de ciudad (de la misma, todos; de similar experiencia emocional), sólo que algunos no han triunfado- y viven en un extrarradio.

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