29 de julio de 2011

Mínimo común denominador

No se puede estar un segundo entre las gentes sin suponer la presencia, invisible pero constante, de una cualidad moral. Aun en los artefactos técnicos que producen. Sobre todo en los artefactos técnicos. La diferencia con una sociedad real y radicalmente enferma (una ciudad de_vuelta a los corrales; i. e., a la naturaleza) reside en la confianza en el comerciante, en el industrial, al salir de la tienda de la calle y no suponer que la policía política te pisa los talones. Tomar la carretera y creer en la maschina. Sobre esta normalidad tediosa, donde no obstante se inflaman los corazones y se muere según medida, me parece que se pronunció Churchill. ¿Fue Churchill?

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