19 de junio de 2011

El céntimo del día y un poco de atrabilis

Llevo todo el día, y la noche, corrigiendo exámenes de selectividad. No me quejo, yo lo pedí e intento hacer la tarea con la mayor honradez. Si me equivoco, desde aquí ya digo que lo siento. Sé que dormiré tranquilo, a pesar de todo: sólo cuento con mi criterio y mi saber y entender. Y luego se me puede reclamar la nota. Dormiré tranquilo.

Esta mañana no daba crédito (valga el tópico) cuando escuché que el candidato o sucesor había propuesto un MIR para profesores. La cosa ha dado para la portada o portadas periodísticas de las más mezquinas que recuerdo. Que con la que está cayendo la primera salida sea la puesta en sospecha del trabajo de los enseñantes (¿se dice así?) es para salir corriendo. Entre dóciles y acríticos ciudadanos y políticos a cual más mediocre han convertido un oficio mal pagado pero noble en un menester cada vez peor pagado e innoble. A tanto experto en educación (qué barato sale!, con decir que el profe es un vago sin vocación; ¿por qué no salen expertos infusos en física nuclear, por ejemplo?, o en medicina) les pediría que por favor se pasaran por una clase de Refuerzo, o de Diver, o de lo más terrible que te puedes encontrar (no sé, el PCPI o 2º de Bach de CyT) a ver qué me dicen. Vaya mi orgullo por delante: sé que no me costaría mucho hacer el trabajo de tantos que opinan (si no es cosa muy específica: cirujano o verdugo, por ejemplo), pero hago el ejercicio (hace tiempo) de imaginármelos a ellos haciendo el mío (que me pone al borde del infarto a veces, sin metáforas ni metonimias) y se me caen prácticamente todos. ¿El sucesor o el postulante? Ni dos telediarios. Ni dos clases quiero decir. Hasta me produce un poco de vergüenza ver, imaginarme, lo mal que lo iban a pasar.

La atrabilis:

¿Se me censurará si digo que pienso que la única ley educativa progresista de verdad fue la de 1970?

Sostenía J. Camba a propósito de Casas Viejas que los políticos republicanos se creían que eran el Estado, como Luis XIV. Pero el problema no era el que asimilaran su pensamiento y acciones a los del monarca francés, sino que no tenían ni idea de lo que era el Estado (que eran unos irresponsables, para entendernos). Lo cual no tiene que ver con el debate sobre la educación (¿necesidad de chivos expiatorios?). ¿O sí? (Vid. el prólogo de A. Espada a Haciendo de República.)

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