24 de abril de 2011

Una preocupación ¿absurda?

El teflón. Sí, él, el de las sartenes.

Me acuerdo de qué cuándo emprendí una pesquisa internáutica acerca de la peligrosidad de las antenas de telefonía móvil, ésas que embellecen el paisaje allí donde se colocan, llegué a la conclusión... de que más valía no ponerme a mirar nada en Internet. Soy de Letras (aunque hice COU) y no me entero de esas sutilezas de ingenieros (yo prefiero la concreción de la metafísica). Aunque me imagino que mienten. Las Escuelas Técnicas no inmunizan o curan el pecado original.


(Minutos después) Tras un somero viaje por la red, asistido por Mr. John Google, deduzco que lo mejor, científicamente considerado el asunto, es no cocinar con nada, y como no me encuentro preparado para asimilar los alimentos en crudo, arribo por mí mismo a la filosófica conclusión de que hay que morirse (por obligación científica, sin perjuicio de lo que determinen las leyes educativas en esta materia). Para acelerar, o darle carta de naturalidad al proceso, me voy a ir a la sartén y voy a chupar con denuedo (lo haría hasta sin denuedo) e incluso con fruición (soy un vicioso) su fondo descascarado y peligroso (según ciertas páginas uebs).

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