28 de abril de 2011

Minimalismo

Llegar. Abrir. Encender la luz del porche. Tender la ropa. Oír los grillos, oír los perros, presentir las estrellas. ¿En qué punto la belleza se transforma en dolor?

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Existe una música que no suena y que es contada desde antiguo. Que se conciba como inexistente debe ser la causa de que realmente duela. Nada habrá más efectivo, en cuanto a mala influencia, que los fantasmas.

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Merced a Silicon Valley, a una intrincada tecnología y lógica que nunca llegaré a comprender (ya acepto eso, voy a cumplir 45 si D. q.), que me rebasa por todos lados, gracias también a una microeléctronica, prima-hermana de la primera e igual de mágica, puedo escuchar en el ordenador un programa grabado de música francesa, con todo lo que ello implica. Se ha hecho el infinito para el hombre en una escala mínima, tanto que puede representarlo (∞). Sin embargo el infinito del corazón sigue sin encontrarlo por ningún lado, por mucha luz amplificada que le aplique. Y todos los dioses están ausentes a esta hora. Se han dado cuenta de que no eran y no nos podían seguir engañando.

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