15 de octubre de 2010

Certeza de la tarde

Yo sé que no tengo cerebro para producir pensamientos, que salen ya secos y enmarañados. Qué duro, parir ideas muertas. Tengo una mano que se deja llevar y escribe palabras, que son anteriores a mis pensamientos y que si algo han de valer es porque la pasión no ha llegado a retirarse de ellas. Un rescoldo, una llamita que se apaga, un infinitésimo no leibniziano. Da igual. Me calientan a mí, y a mis semblables, cuando me pongo delante del espejo. Ellas son el espejo.

2 comentarios:

eutelia dijo...

Melancòlico, otoñal. Me cae usted muy bien cuando se permite esos deslices.

Martín López dijo...

En realidad soy un mal hombre y esos deslices son fingimientos.