9 de septiembre de 2010

Asimismo

También se encuentra la madurez en la aceptación de que no debe haber respuestas a las preguntas abusivas por el sentido.

Se trate de una proposición, un acontecimiento o la nuda existencia del mundo.

Un hombre ha devenido (en) tal cuando comprende la justificación del silencio, cuando ha decidido que no se debe dejar llevar por los rumores del viento o por un aliento que no viene de ningún sitio.

Arroja sus palabras y estas palabras no son el acompañamiento del camino, sino el camino mismo. Comprende, por tanto, que la verdad siempre se encuentra a sus espaldas, y que se limita a sus frases hechas.

Es capaz de declarar su hundimiento, su reducción a la nada, y esta proclamación paradójica ensalza la luz de una primera afirmación.

Arriesga al decir. Repite lo primero de Elytis (Dignum est), antesala del mundo, sólo por bendecir las islas existentes.

Dirá en su corazón que no hay dios, y está pidiendo a gritos un lugar en la ciudad de los hombres. Lo pide, aunque secretamente no desea que se realice su petición. Ha decidido ser el artista de sí mismo, el decidor de los deseos. Éstos solamente se mantienen en tanto malogrados.

Que pasee por las calles con el ánimo y la cabeza un poco tronados (el día, la consulta del dentista, una estación que no se acaba de ir y otra que no llega) no supone más que una minucia para quien siente sobre su persona la alegría de una vocación decidora. Ésta se sale de la prosa y no llega a ser poesía, se mantiene a caballo entre dos mundos. No pertenece ya al día de hoy, y aún no se aventura a mañana. Tiene algo de hipnótico e inquietante, de vello que se eriza de emoción o peligro. No se podría hacer otra cosa: se siente condenado a esta bendición, a este extrañísimo lugar en el mundo, a saberse raro cuando se siente ser y que debe abrir la puerta a mirar lo que hay. Tampoco podría negar que es todo un pasado el que escribe en él, los padres, y que ahí está su más pesada responsabilidad, casi lo único que puede arrancarle las lágrimas y sacarlo de su fraseo hipnótico. Que ya no es de hoy y mañana sabe dios.

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