22 de agosto de 2010

Conjurando

… ya que la lengua -para citar otra vez a Lem- «pese a su utilidad, es un instrumento traidor que se cierra solo y no avisa cuando se convierte en una trampa para sí mismo». Lo mismo que un sujeto que se desplace sobre una bola /sic/ puede dar vueltas y vueltas infinitamente, sin terminar nunca el periplo, «asimismo el pensamiento, orientado en una dirección definida, no encuentra fronteras y empieza a girar en sus propios reflejos. Precisamente eso es lo que Wittgenstein imaginó el pasado siglo», aquí hay que recordar que, en ese pasaje de Lem, se trata de una crítica de la capacidad de habla humana desde el punto de vista avanzado de la má¬quina parlante GOLEM XIV, «sospechando que numerosos problemas filosóficos eran, para el pensamiento, trabazones causadas por las encalladuras, autoenredos y nudos gordianos de la lengua, no del mundo.»

(Palabras de W. G. Sebald, en el ensayo que dedica al relato de Peter Handke “El miedo del portero…”; en Pútrida patria, Anagrama, 2005, p. 93; particularmente: no soporto el título en castellano, me parece de un mal gusto totalmente innecesario)

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