21 de agosto de 2010

Confesiones, III

No se cree demasiado en la piedad... es verdad. Se considera de mal gusto ejecutarla en uno mismo. No obstante... Es verdad también (esta noche, un bar) que hay quien la solicita de forma muda. Un hombre mínimo, ¿un condenado?

***

Supe que había muerto por las pistas que me fueron dando, y por unas pocas deducciones dudosas que efectué. La última vez que la vi... de la última vez que la vi solamente me acuerdo de su rostro ido, derrotada y abandonada. ¿Os parece normal que ahora tenga su cara presente, marcada, redondeada cuando todavía tenía buena salud, su cuerpo hermoso...?

***

Se tendría que entender que ejerzamos nuestra piedad, no hacia nosotros mismos que hemos descreído de la salvación (¿quiénes somos para solicitar es prebenda?), sino hacia ellos, con los que hemos errado abundantemente y nos hablan en un lenguaje que solamente descifra la vergüenza. Otra manera de señalar este asunto: esta compasión que derramamos muestra ser el trasunto objetivo de una vergüenza interior irreprimible y constante. Nuestro existir.

No hay comentarios: