30 de abril de 2010

Tarde

Puerta abierta. Silencio. Salón vacío. Sin ruido de niños. Los pájaros afuera. La luz que se va ausentando. Pero el alma es fuerte. Más que la materia y las lágrimas. Porque el alma, la inexistente, ansía siempre, y de eso vive, la risa de los niños, su bendito fastidio.

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