22 de abril de 2010

Se me ocurren

Se me ocurren dos cosas que no concuerdan, aparentemente, en nada: primero, que quizás los muertos, los muertos en el instante de dejar la vida, cuando la sangre aún está caliente y el alma sabe que se despide, lo conoce con una certeza a la que ninguna matemática mundana llegaría, quizás los muertos y solamente ellos alcanzan un exacto dominio del lenguaje, la belleza de lo que suena (y no les ha de parecer palabra de carne sino melodía) al mismo tiempo que, en ese irse de aquí hacia no se sabe, la precisión de los términos, en una primera y final correspondencia del decir y de la cosa. Segundo, me imagino que los habitantes de las ciudades miran a la calle como yo esta tarde tranquila y nublada, que oyen ruidos que no se sabe de dónde vienen y que, en definitiva, ni somos ni sabemos nada si no es la herida que el reloj nos va labrando.

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