13 de abril de 2010

El tiempo no transcurre en vano

Porque la naturaleza no da saltos o porque aborrece el vacío. Hace poco vi a una persona a quien recordaba de muchos años atrás. Nada especial, alguien que me había fastidiado un poco. Entonces esas cosas molestaban. Se creía, con falsedad estúpida, que al conceder esto o lo otro se establecían rangos, jerarquías, niveles de poder. Así sucede en la infancia y en la juventud. Así nos pensábamos que sucedía. Ahora no. Lo miré, le dije hola, no contestó. Allá él. Indiferencia. Quizás no se acuerde. Me imagino que lo que vamos borrando es como un entrenamiento o prefiguración de la muerte, una experiencia de desaprender hasta que no quede nada, ni tan siquiera el timbre de la voz o el canto alegre y omnisignificante de las manos. Mientras tanto, mientras resuene ese eco en el interior del páramo que denominamos alma, viven los padres, por más que hayan callado en este mundo o estén cerca.

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