15 de marzo de 2010

P. de v.

Me veo mirando a la calle, a cualquier calle. Asombrado por esta o aquella frase de Joseph Brodsky, muerto en 1996, que acabo de leer. Cegado por su humilde claridad; por la entrega al más sagrado deber, el del lenguaje. Si la felicidad no residiera en el lenguaje, aunque refiera hechos terribles, yo no veo cómo íbamos a ser capaces de enfermar por su causa. O, en el límite, a señalarnos y reconocernos que logos y enfermedad significan lo mismo.

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