13 de enero de 2010

Si vale algo lo que se escribe tiene que ser al precio de un hundimiento bastante poco recomendable. El mundo entero, nosotros en él, revueltos o separados, nos duele. Qué demonios! Cualquier cosa nos angustia! No comprender algo que te dicen, angustia. El sufrimiento de alguien cercano, por pequeño que sea, lo mismo. Dicen: quizás no haya nada que comprender, en las historias filmadas o en las reales. Razón llevan. Está la voluntad que dice sí o que dice no, la alegría o el deseo malogrado. Al precio del no (nunca) se escribe. La voluntad realizada no necesita ponerse a contar. Ella es plena y redonda, para rodar por el tiempo que le corresponda. Quien tropieza debe levantarse. Ha caído y lo que escribe expresa su carencia. La exprime (si jugamos con los sentidos de las palabras que aprendimos entonces, a principios de los 80). Algo se ha roto en él y lo que escribe representa el intento de su recomposición. Cíclicamente se ve obligado a realizar este movimiento que va del suelo a un modesto cielo encristalado de palabras, para darse una mínima seguridad que en su carne no tiene ni por asomo. La carne fuerte y mortal.

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