26 de septiembre de 2009

En general

Vivir es sinvivir.

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En respuesta: sí hay una filosofía escrita interesante y magnífica después de los presocráticos. La de Platón, aunque ésta pueda representar la inscripción de un diálogo; y en ese sentido quizás la solidificación y hasta la fosilización del logos o palabra viva.

En realidad, la escritura presocrática no es que sea fragmentaria solamente, sino indirecta: en el sentido de que se trata de lo que dicen que dijeron, de una tradición doxográfica, con todo lo que ello implica de duda y de exégesis, y de manipulación filológica. Ahí está parte del romanticismo de la cuestión, en lo fragmentario y disperso de un decir irrecuperable tal como se dio en su plenitud, si es que realmente hubo una plenitud del decir oral o de una primera escritura. Ahí sí que hay una cima irrebasada e irrecuperada. Porque se trata del prestigio o la autoridad de un momento crítico, privilegiado, único: cuando el ser humano se separa de lo sagrado, titubeando, tímido balbuciente que quiere decir lo novedoso con la boca de lo antiguo.

¿Qué diferencia radical hay, en el fondo, entre el Caos mítico y el Indeterminado de Anaximandro? Yo no la sé, como casi nada sé. El fragmento de Anaximandro, a propósito, en lo que quizás tenga de original y en lo que no, representa (hablo por mí) uno de los momentos más bellos del pensamiento humano, como un medicamento que restaña cualquier herida del alma, si así puede decirse. También la mayor parte de los de Heráclito, y Parménides, y Empédocles, y ese agua salutífera y lustral del primordial Tales...

Entre los que dicen que es uno, en movimiento e infinito, Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, que fue sucesor y discípulo de Tales, dijo que el principio y elemento de todas las cosas existentes era el ápeiron [indefinido o infinito], y fue el primero que introdujo este nombre de «principio». Afirma que éste no es agua ni ningún otro de los denominados elementos, sino alguna otra naturaleza ápeiron, a partir de la cual se generan todos los cielos y los mundos que hay en ellos. Ahora bien, a partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí también se produce la destrucción, «según la necesidad; en efecto, se pagan mutuamente culpa y retribución por su injusticia, de acuerdo con la disposición del tiempo», hablando así de estas cosas en términos más bien poéticos.

En lo anterior yo lo veo todo, aunque habría que considerar qué soy yo y qué es todo, y si yo tengo algo que ver con él: la renuncia ya inicial de la inteligencia al proponer como principio, "arché", lo axiomático. Esto es, un "indefinido" o indefinible. Necesario para el progreso del pensamiento, y por esta misma razón fuera de él, como su límite y su posibilidad de raíz. Poesía, en suma. Inefable. Ocurre, sin embargo, que hacia lo que yo no conozco (lo apeiron) tengo ya una deuda que debo saldar. Mi existencia como tal (la de cualquiera) me hace culpable, al practicar un recorte, mínimo que sea, en el fondo vital (ser, Creación o poesía). Téngalo yo presente, que si he de imaginarme la vida en la ciudad, y no me queda otra que obligarme a esta figuración si es que me tomo en serio mi propia razón, no podré prescindir de cometer injusticias y de tener que pagar con ellas, correspondiendo con mi misma ignorancia al fondo oscuro del que provengo, sin que vaya a alcanzar nunca a conocer el porqué.

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