22 de junio de 2009

Lunes

Pues empezamos bien...

Pues muy bien... Cada uno conoce sus conveniencias y teje su destino. Se deja llevar por sus prejuicios e ilusiones. Los combate y retorna a ellos. Pues muy bien... Qué bien!

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La voluntad pura, ¿de qué sirve?

Sin la memoria y el entendimiento, ¿de qué sirve?

Sin embargo, llegamos a conceder lo mismo y lo contrario: que justamente aquello que representa nuestra cualidad de carácter más marcada (esto es, la voluntad) es aquello de que no damos absolutamente ninguna prueba. Soy incapaz de ser consecuente, de concluir casi nada. Muy bien también...

Que lleve (yo) cuatro años de escritura (online) de este diario, diciendo mayormente lo que pienso, por críptico que lo ponga (que ya sé que no soy muy hábil en eso), es una de las pocas y paradójicas tendencias consecuentes de mi vida. Coincidió con la crisis de los 40, sí, la cual yo arrastraba desde los 30. Coincidió sobre todo con un (absurdo) sufrimiento de orfandad y responsabilidad (vamos a deshacernos de la culpa) que había ido madurando en mí desde hacía años. Ahora escribir este diario, a diario, lo contemplo como una obligación y como la condición de poder respirar. Me gusta. No suelo mentir (no miento nunca, rectifico; sino que a veces oculto o finjo, y finjo que finjo), puedo pensar en voz alta, me sirve de (psico)terapia y de contacto con el mundo. Me da la ilusión de que soy alguien, y no la X muda que sería si me preguntaran "presencialmente".

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A quien me busca lo quiero. No lo merezco.

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A veces pienso, a veces soy. Lo escribo. ¿Lo escribió Valéry? ¿Confunde el escribidor (oui, c´est moi) los hechos?

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