3 de junio de 2009

Aletheia

Pero qué ignorante soy, Dios mío! Decirlo no me importa: las verdades son (adecuación de la adecuación). Pero ¿qué consecuencias tiene el reconocerlo? Aparte de la vergüenza, digo. (En efecto: si la bondad consiste en saber, la ignorancia será culpa. Siempre se pudo evitar, por efecto de la voluntad libre, no por resabios socráticos.)

¿Qué pasa, en el fondo, con la intención de verdad? ¿La correspondencia conduce a la autenticidad?

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