6 de febrero de 2009

Psicogramas

Masoquismo, verbigracia:

Caer en la abyección, en presentarte a las fiestas a las que no has sido invitado, en visitar a las personas que no te corresponden. Saberlo y no evitarlo. Un criminal casi, un carterista de la amistad o del amor al que se le perdona su no maldad. Esta historia que nos cuenta Dostoievski, pues yo creo que esta es la historia que nos cuenta, en esa magistral nivola que es Apuntes o memorias del subsuelo, contiene uno de los más terribles alegatos contra la existencia que yo haya leído en mi vida. Pues no son los culpables los castigados aquí, sino los seres normales que no han irradiado en su existir. Tampoco exactamente esto. La irradiación puede provenir del interior y no percibirse en el tiempo presente. Cualquiera lo comprende. Lo que queda para la eternidad, como una sinrazón de ser, es el castigo que, en forma de indiferencia, cae sobre el ciclo de tiempo de determinados seres. Igual que una maldición sin responsable.

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De la abyección, del sufrimiento y la soledad, del hielo y la indiferencia, del color más negro, de esa locura inhumana, restan luego las proposiciones que contienen el mal, sin dar razón de él: una colección de acontecimientos en bruto a la que ningún dios se ha acercado [para prodigar sus abrazos o atenciones, constituyendo de esa forma el imposible círculo de un significado que regresa para el hombre desesperado]. Dios no ama los fragmentos.

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(El cuerpo y la impresión)

En ese documento fundamental de la desesperación en el siglo XX que es El oficio de vivir de Cesare Pavese se encuentra una entrada (no recuerdo la fecha) que expresa de forma terrible y vulgar una cuestión que puede parecer no tan importante, pero que a algunos es capaz de amargarles la existencia por entero. La verdad es que aquí, como casi en cualquier parte, lo que decide la tragedia o la comedia -personales- es la interpretación que se haga de los acontecimientos. No puedo aclarar más. No debo.

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Pictures of you, 1991.

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