5 de febrero de 2009

Poéticas, II

Mi capacidad para el autoengaño no tiene límites. Saberlo y no evitarlo. Lo escribiré después, como un acontecimiento más.

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Si todo/cualquier vocablo, o signo incluso, acaba siendo poesía, el peligro más que evidente es confundir la fragua poética con la agencia publicitaria. Un aguachirle para consumidores. Para el hombre de hoy (vid. I. Carrión, 2-2-9).

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Pues sí, hermosísima canción que lo contiene todo: la vida y su envés. Con tal de ser un intérprete agradecido de la existencia. Commentare aude!

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Al hilo de una lengua inortográfica -lo que tú dices no te atreverías a escribirlo en ninguna escuela de idiomas-, arrojada como una burla sangrienta entre sonrisas, lo cual se responde con modales bruscos irónicos de guerrillero trabucaire antigabacho que a nadie engañan, en otros tiempos y espacios que no son del existir del día, sino que se trazan en vías paralelas soñadas, surge un amor que se declara a causa de cada uno de los gestos de un encanto irresistible.

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Lo que escribimos vale en la medida en que la vida no vale: en que se rechaza lo subjetivo y el lenguaje es como de nadie. Esto parece imposible, pero yo lo creo necesario. ¿Cómo lograrlo? Esa razón objetiva representaría la alegría.

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