18 de febrero de 2009

Kantismo, supongo

Si tu conciencia se queda tranquila, lo demás te sobra. Si arde Troya a pesar de todo, te tendría que resultar indiferente. El alcance de tus acciones suele ser mucho más limitado.

Aunque me parece que Kant nos prohíbe esta fácil recaída en la inclinación subjetiva, esta propensión al contento vacuno.

Me aclaro que lo que yo no soportaría (pérdida del sueño y/o del concepto propio) es la resolución de conducirme en un acto particular teniendo yo la certeza moral de que estoy siendo injusto a sabiendas. En este punto la firmeza o constancia en las decisiones, tal contenido prudencial cartesiano, tan útil en general, me parecería directamente inmoral.

La aplicación de los principios (morales) duele. Duele el cuerpo que se va minando. Más dolería la vergüenza que se tendría que manifestar antes o después, bajando la cara ante los jóvenes. Bajando la cara ante los padres y la madres.

No nos pongamos trágicos ni trascendentes. Digamos la palabra "decencia". tan burguesa y gris. Tal virtud, de falsa apariencia sexual, nos prohíbe afirmar la constancia y/o firmeza cuando no existe en nuestra conciencia personal el convencimiento moral de la rectitud de la acción correspondiente.

¿Esto nos hace felices? No. ¿Nos hace más sabios? No. ¿Mejores? No. Hacemos tanto daño que no hay libros ni memorias para recordarlo. Nos hace dignos de presentarnos cada mañana delante del espejo, o que podamos salir a la calle. Yo mañana podré salir a la calle. Aunque haya hecho el ridículo el día anterior, o esté completamente equivocado en mi descripción de la realidad. Es lo que cuenta.

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Ego volo, ego sum. Nietzsche, supongo.

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