31 de enero de 2009

Querido diario

No tengo nada más que opiniones, y éstas son cada vez más cortas.

El periódico tiene el valor moral del papel reciclado. Si no, es una pérdida absoluta.

En el suplemento aparece la palabra "autopatografía", relacionada en principio con una obra de W. Styron. Realmente cualquier diario (el periódico no; el del cajón o el de Internet) contiene la descripción del caso (clínico) de uno. El mío igual que todos. La enfermedad (mental) no viene dicha. Viene mostrada en superficie y deducible.

Para almas gemelas: leo El forastero misterioso de Twain, para proponer un cuestionario de recuperación a un alumno. Nada más comenzar la narración está la descripción del lugar, al lado de un río y limitado por un bosque profundo. ¿Puede ser el río la fe tranquila de los habitantes de la ciudad? ¿El bosque la residencia del diablo, la angustia de los mismos hombres? La narración surgiría de este tópos, un poco a la manera del lago unamuniano de San Manuel... En un caso y en el otro, en Twain como en Unamuno, la fe representa prima facie una mentira conveniente, que toca deshacer a la duda primero y a la tentación después: las dos caras del nihilismo; la reinvención del ángel caído; de la irracionalidad en el ser pleno parmenídeo.

Leo unos apuntes tomados a Wittgenstein: no entiendo prácticamente nada. Ya voy aprendiendo.

Comprendo, en W., el peligro de los cuantificadores: el peligro de su carácter tajante o vago. Eso sí. Por ese motivo convendría eliminarlos mentalmente de todo lo escrito y leído y ver, de tal manera, que resta un lenguaje infinito.

(Fe de erratas a propósito de las retiradas) Dije: delicia. Quise escribir: pesadilla.

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