12 de enero de 2009

Contra la corriente

Necia edad, se dirá algún día, la que entroniza (a) la palabra del político, la que concede al criminal una segunda oportunidad -sentencia.

Los elefantes viejos deben retirarse -sentencia para sí y calla.

Cuando no tengo de qué hablar, que lo haga otro -y va manteniéndose a golpes de links. (Con lo cual se traza para sí, y le gusta, la figura de una inteligencia enmarañada: voluntariamente enredada; la imagen epocal de una subjetividad que ha querido desposarse, sí, sí, con su ser frágil.)

Los jóvenes adoran los objetos, porque son tan nuevos como ellos; al viejo, sin embargo, los objetos le resultan indiferentes. A no ser como materia del recurdo, y ahí no entra en juego la novedad.

En la Biblioteca de H-O: una conferencia de Wittgenstein sobre ética y un libro de Rilke, en Alianza, sobre el amor. Acerca de inexistentes o de imposibles. El amor, en efecto, también es un objeto, y a cierta edad se confunde la ética con el derecho al buen comer -se confesaba el cínico.

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