2 de enero de 2009

Al abrir la puerta...

... de una torre sin marfil, entre el polvo y el desorden atisbamos las paredes. Su idea y que antes posiblemente fueran blancas, cuando vinieron a ocupar la casa. Eso fue... Acostumbrados los ojos a la penumbra, de la calle la luz no quiere acabar de entrar por los cristales sucios, se encuentran


con este recorte de un texto de Martin H. el nigroselvático, de 1946, acerca de la sentencia fundacional de la filosofía occidental. La interpretación contenida a lo largo del texto ("La sentencia de Anaximandro") es una lectura torturada del milesio y, por qué no, un desesperado intento de autoexculpación del salvaje alemán. (No sé cómo entender, si no, de otra manera la traducción de cierta palabra griega como "estima" o "reconocimiento", en vez de su versión tradicional como "expiación" o "pena".)

Ps. Mirando entre mi propio desorden localizo la cita: en la p. 277 de Caminos de bosque, Alianza ed., 2008)

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