11 de diciembre de 2008

Carisma

Identificando la Idea con cierto hombre, absolutizando lo que tiene límites y mortalidad desde la raíz, no se genera un mundo celeste, hábil para fundar la ciudad de los hombres. Ni siquiera se produce una religión, que necesita de profetas o de hombres dioses. Se genera una política de la peor especie, dictatorial.

Nada descubres. No. Hasta que preguntas a un muchacho que considera que idea es lo que hay en su cabeza inexistente. Inexistentes: cabeza y contenido. Amén.

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Incorrectísimo, al respecto: demagogos y filósofos [Lapsus: no quería decir filósofos; ¿qué quería decir?] consideran que la plebe es digna de halago. Habrá filósofos que prefieran los latigazos. ¿Para dominarlos? [Para dominar a la muchedumbre] En absoluto. Para sacarlos de la estupidez, conduciéndolos a empellones hasta la salida de la caverna-suciedad de consumo, y luego cerrar la puerta para que no vuelvan. Pero ese arrojar sólo un dios puede efectuarlo y no se tienen noticias. Sin el dios disolvente, el aceite se expande.

Allá en su paraíso dialéctico-negativo sonríen los amigos de Frankfurt, mostrándose mutuamente una helada sonrisa de satisfacción. Porque la era de la información (científica, genética, económica) ha permitido que la ciencia expulse a Dios. Ha permitido que felicísimos conversos expandan la nueva: Dieu est mort. Magnífico. Nada hay ya entre la producción y el cliente. Ex ciudadano, quise decir. Siga la fiesta.

1 comentario:

Egoficción dijo...

Si Dios ha muerto, lo vulgar y repulsivo está permitido.