1 de noviembre de 2008

Sincera mente

El rencor y la envidia han presidido mis actos. ¿Quién puede decir lo anterior, atreverse a elogiar las virtudes que se deducen del odio? No obstante, toda nuestra superficie sociocultural (la costra denunciada por los genealogistas de todo jaez) se basa en la sublimación ultrahipócrita del principio denostado: egoísmo, competencia, etc. Además, ¡qué buenos textos sangran de la amargura, y van a dar en coaguladas, negrísimas y eternas obras de (re)conocimiento!

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