29 de noviembre de 2008

Incertezas

No sé por qué el sueño nos tiende también sus celadas. Se comprende, finalmente, que las relaciones (pues éste era el tema del sueño) dependen, para malograrse básicamente, de un exceso o un defecto lingüístico.

Con todo lo cual, no sé de qué manera en la vía del soñar ha de encontrarse la primera piedra de la seguridad: epistemológica o utópica. Puesto que repite, espejo irrecuperable que depende del reino de la luna y de la noche, los obstáculos del día. Con menos esperanza aún, ya que no cabe pensar que vengan de otro lado que de la autonomía, libre laborar mental, del durmiente.

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La caverna del doble:

Los frutos amargos me retiraron al castillo interior: qué más puede pedir el inexistente, reducido de alma encarcelada y verdadera a la condición última de ghost in the machine. Poblé una de las salas del ala norte, allí donde nunca da el sol y el aire está muerto para siempre, de unos espejos que me hacen de compañeros. Las figuras que así me acompañan, tan frías y severas como yo, porque todos hemos venido a ser ramas secas del árbol caído, son las destinatarias de mis palabras. Forzando, además, un poco la voz, el sonido reflejado en la superficie me devuelve, sólo un poco debilitado, lo que yo comunico. Ellos, los espejos, y ellas, las figuras, sostienen lo mismo que yo. Así que estoy en lo cierto, en mi reino llamado Tautología.

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