19 de octubre de 2008

Prudencia

El saber justo que tiene lugar en el diálogo interno: entre los dos (¿homúnculos?) contenidos en el alma y que deben se amigos (Arendt dixit). Las dudas del uno y del otro les hacen moverse de sitio (!) una y otra vez, y más todavía.

La conciencia indecisa, la libertad parada (en boxes).

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Que venga el mal del acto ajeno, dejando al margen si con intención o sin ella, no me evita en lo más mínimo la obligación de intentar contar con todos los elementos. Y como sé que no se puede contar con todo, pues me tendré que equivocar necesariamente.

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Denotación y connotación:

El rayo es el que te mata, el relámpago lo contemplas---

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La tontiparla de los im-béciles:

“Uno de los problemas es que las matemáticas están sólo en manos de los matemáticos y sería bueno que las compartieran, porque son de todos”.

-Pero venga!, dále también a tu amiguito, que tiene sed de números.

Ese son de todos. Como el aire, como los ríos... Ah!, que me dicen que los ríos no, que están transferidos. Será que como discurren (los ríos)...

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La necedad semeja imponderable: en el número de los que son, en el tamaño de lo que dicen.

Nada más que la desvergüenza que resulta es análoga. El mal provocado no tiene remedio.

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Las instrucciones de Garzón según AE & Sarkozismos.

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Infancia & madurez.

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De Arendt, Responsabilidad y juicio, a propósito de Little Rock: la posición intermedia, clave, de la sociedad, entre lo privado oculto y la universalidad de la ley (política, moral). La sociedad como un escenario de discriminaciones de las que surgen los grupos diferentes, y de esa manera una integración concreta, no formal abstracta, utópica... que será lo que suceda (esa abstracción irreal y contraproducente) cuando al individuo particularísimo le caiga encima la Declaración de Derechos Humanos. Como si su pecado condensara toda la historia humana...

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