17 de octubre de 2008

Écrasez l´infâme

Mal de escuela según MFE.

El artículo (que no reseña crítica: no me imagino que albergue esa intención) del catedrático salmantino está construido en la advocación sumisa de cierta lógica vaga: si dos cosas son semejantes es que esas dos cosas, en el fondo, tienen que ser iguales. De manera que el cancre de Pennac (Pennac lo era y Pennac escribe de él), vertido aproximativamente como "zoquete" (¿por qué no "huevón" o "deficitario de hervores"?) equivale, nota a nota, al disruptor (objetor escolar) típico. Y ya sabemos que los indiscernibles son idénticos...

Ojalá, pero no. Puesto que en el género del disruptor caben especies altamente dañinas, a las que solamente la malicia (del catedrático) puede atribuir arcanas inocencias y condición de víctimas. Aunque así fuera... ¿Se imagina alguien una sociedad que pueda mantenerse con la atención absolutamente prioritaria y constante a los infractores, como reales seres buenos? Porque esto es lo que está pidiendo él (MFE) a los centros escolares y a los que trabajan en ellos (profesores de secundaria, mayormente). Una sociedad neurotizada o acomplejada de esta forma no dudaría ni dos telediarios, y es lo que se predica de un sistema educativo.

De forma que el trabajo docente se transforma en un pastoreo de almas laico, con el resultado de que quien simplemente cumple con su horario y se limita a ser un especialista que enseña ha de considerarse listo para confesar y arrepentirse. Y lo que debe ser motivo de orgullo, cumplir con el trabajo y ser un especialista, ha de estimarse como una mancha infamante. Válgame el hombre de acero.
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