27 de febrero de 2008

Porque el señor...

... que firma este artículo aparecido en el diario El país (Manuel Soler, Catedrático de Biología en la Univ. de Granada) sostiene explícitamente que no. Que si no el párrafo me parece una muestra estupenda de (auto)elogio de la censura:

"Estos motivos son los que justificaron la iniciativa de la Sociedad Española de Biología Evolutiva de evitar que las conferencias se celebraran en las universidades de León y Vigo. Nuestra actitud no es un ataque a nadie, sino nuestra obligada contribución a la defensa de la cultura científica de la sociedad española frente al intento de manipulación de un grupo minoritario y extremista. No se puede permitir que utilicen la universidad para legitimar su descarada actividad propagandística. No se trata de un problema de censura y libertad de expresión, de hecho, no tomamos ninguna medida para intentar evitar la celebración de las conferencias convocadas en instalaciones no universitarias. Pero, las instituciones que amparan y generan la ciencia no deben cobijar doctrinas que niegan la evidencia científica, por muy bien disfrazadas que se presenten."

Me mueve a presentar ese punto de vista, seguramente ignaro, viniendo de quien viene (un pobre hombre de letras), el hecho de que me resulta difícil (¡qué poca cosa soy: mis dificultades son hechos!) imaginar un auto de fe (de los de fuego o tiro de gracia) que no haya estado históricamente presidido por el más alto concepto de la dignidad del saber, por la idea de un espacio sagrado que no se debe profanar. De la raza o de la necesidad histórica: da igual, diferentes presentaciones de la providencia y de los benevolentes sus administradores (sacerdotes y científicos).

Que la universidad no siempre haya acogido doctrinas exactamente científicas no debería ser motivo para quitarle la razón a don Manuel (Soler, no Kant): pues nadie podrá pretender que el lugar de la ciencia sea ocupado por la superstición y el oscurantismo. No. No es esto. Sino la desproporción que asusta a mi juicio: porque don Manuel de Granada ha erigido un pedestal altísimo desde el que, con pose muy estatuaria, pronuncia (escribe) palabras que pueden ser torcidamente interpretadas: pues la censura académica de la teología de la vida (creacionismo, diseño inteligente: de esto va su artículo), que justificaría la salvaguardia de los derechos del saber verdadero con tal de que las interpolaciones religiosas fueran colocadas entre comillas (hasta aquí llega el creyente, fundamentalista; aquí empieza el biólogo), corre el riesgo de no querer distinguir entre la persona mortal que mantiene opiniones infundadas acerca del origen divino del mundo y de las especies y las ideas científicas que esa misma persona pueda mantener. A no ser que se entienda que lo religioso mancha por entero las ideas. y es a lo que iba antes de todo este lío: es decir, a mi convicción o sospecha de que el exceso dogmático en la defensa de la verdad debe preocupar en lo que tiene de dogmático; esto es, de buena conciencia de que uno es el más inteligente y cualificado intérprete: de la realidad extrahumana y de la misma realidad moral, fundiendo en uno solo y cerrado el doble asombro que a don Manuel (el de Königsberg) suscitaban las estrelllas y su corazón.

2 comentarios:

Egoficción dijo...

No sé si Manuel Soler lo hace a conciencia, pero no está defendiendo a la ciencia sino a su particular modo de entender el alcance ético y social de la ciencia. por lo tanto tampoco habla como científico, sino como...
Es legítimo lo que dice, pero no el modo pontifical (apuesta sobre seguro, dada la altura de los tiempos)con que arremete a esos extremistas minoritarios. Seguro que entre ellos incluye a algún colega suyo.

Egoficción dijo...

Piensa lo siguiente. ¿A qué no tienes intención, ni sacarías tiempo, para leer, pongamos los textos tibetanos sobrte religión o, pongamos todos los ejemplares conservados de la prensa parisina o londinense del XVIII y XIx? Entonces ¿por qué lees esas cosas en esos sitios?